miércoles, 9 de junio de 2010

HISTORIA DE RIOSUCIO CALDAS


El municipio cuenta con una temperatura media que oscila entra 18 y 19 °C. Pero la geografía contrastante hace que se encuentren desde climas cálido a orillas del río Cauca, hasta climas fríos como en las regiones aledañas a la “línea” donde están los páramos de Santa Isabel, Yarumal y Paramillo. La variedad de climas y pisos térmicos ocasiona además un gran variedad de productos agrícolas.


Cerro Ingrumá.Durante la época precolombina, el territorio del actual Riosucio estaba ocupado por tribus en lugares como La Montaña, Cañamomo y Quiebralomo y pueblos indígenas como Turzagas, Chamíes y Pirza.

Entre los caciques más notables estaban Imurrá, Motato y Cumba, quienes ejercían su respectiva autoridad en lo que hoy se conoce como La Iberia, Los Kingos (hoy Jordán), Pueblo Viejo e Imurrá.

Durante la época de la independencia, dos sacerdotes con sus respectivos feligreses, llegaron al lugar: uno era José Ramón Bueno (oriundo de Popayán) y el otro José Bonifacio Bonafont (del Socorro, Santander (departamento)). Ambos pueblos se fundaron el 7 de agosto de 1819.

Riosucio perteneció durante la colonia al llamado entonces Cantón de Supía, Provincia del Cauca, Gobernación de Popayán. A partir de 1886 Riosucio fue capital de la Provincia de Marmato del departamento del Cauca, y desde 1905 forma parte del departamento de Caldas.

El municipio de Riosucio fue fundado en 1821 por los sacerdotes José Bonifacio Bonafont y José Ramón Bueno. En realidad se trataba de dos parroquias, cada una con su respectivo templo y no muy lejos la una de la otra. Para separar sus distintos predios pastorales, ambos se pusieron de acuerdo en poner una imagen de Jesucristo que dividiría Quiebralomo de La Montaña, como eran llamados los dos pueblos adyacentes. Sin embargo, los habitantes de ambos lugares asistían a uno y otro lugar, sin que hubiese mucha diferencia, por lo que decidieron cambiar la estatua de Jesús por una del diablo, de manera que los parroquianos por temor no se pasaran los linderos.

Pero en 1847 se decide con terminar las disputas y separaciones entre las dos parroquias y para ello ambas poblaciones inauguran un carnaval de unificación de los dos pueblos al cual se le llamó Riosucio. Es esta la razón por la cual es el único pueblo colombiano con dos iglesias centrales con sus respectivos parques. En conmemoración de dicho encuentro, cada dos años se celebra el Carnaval de Riosucio, anteriormente conocido como "Carnaval del Diablo" y que fue declarado patrimonio inmaterial de Colombia en octubre de 2006.

Importancia cultural [editar]Riosucio es célebre porque cada dos años es sede del Carnaval de Riosucio, una de las fiestas más pintorescas de Colombia y que atrae un considerable número de visitantes nacionales y extranjeros. El carnaval es además patrimonio inmaterial cultural de Colombia.[1]

Carnaval de Riosucio [editar]Artículo principal: Carnaval de Riosucio

Disfraz suelto del diablo.Las veredas que actualmente conforman el municipio de Riosucio, Quiebralomo y La Montaña, tuvieron una fuerte enemistad durante el siglo XVIII que sólo tuvo fin cuando en el año de 1918 los sacerdotes José Bonifacio Bonafont y José Ramón Bueno facilitaron su unión.

La primera fiesta sostenida por aquella comunidad, fue la de los Reyes Magos, celebrada un 6 de enero de 1847.

En 1912 se realizó el primer carnaval del municipio. Con el tiempo éste se convirtió en una fiesta llena de alegría, humor y diversión. En el año de 1915 se adoptó la figura del diablo como la efigie de la festividad.

El carnaval se compone de:

El decreto: es un mandato en verso donde se critica humorística y constructivamente la gente de Riosucio.
El convite: es una convocatoria teatral.
La chirimía: es un conjunto musical compuesto por: maracas, flautas traveseras y de carrizo, bombo y redoblante.
Literatura Matachinesca [editar]Bajo este nombre, se amparan todas las obras inspiradas al Carnaval y para el Carnaval y sus fundadores, son fundamentalmente los decretos, el convite, el saludo al Diablo, las comparsas y el testimonio del diablo; los temas de ésta literatura son variadísimos, de acuerdo con el aspecto que se quiere resaltar. Sin embargo, el saludo y el testamento guardan una misma ideología, por cuanto se refieren respectivamente a la alegría y las novedades dignas de contarle al rey de la fiesta, y la tristeza seguida de promesas que casi nunca se cumplen: arreglo de calles, cambios sustanciales en los regímenes del gobierno municipal, matrimonios que se efectuaron entre parejas que ya eran novios, cuando el Ingrumá era apenas un barranquito, hacer trabajar a los enemigos sempiternos de la actividad, etc.

El Convite es un cuadro vivo sobre algún aspecto de la problemática municipal, nacional o internacional llevada a escena dentro de la más estricta medida de la tradición propia del género. Con él se cierra la etapa de preparación a la gran festividad, y corre a cargo de la junta central del Carnaval, como un anticipo a lo que será la culminación del certamen. Su contenido puede ser cantado, declamando, o simplemente leído. En ningún caso aparece la improvisación de papeles a desempeñar.

Los decretos ya son otra cosa, dispuesto a pasar un mal rato, el decretero se sube al proscenio para cantar en rimados versos de arte menor las intimidades y no intimidades del desprevenido ciudadano, pero en un estilo tan sutil y ameno que en lugar de producir enojo causa hilaridad; no obstante, si hubo exceso en la disertación, la víctima del panfletista exterioriza de alguna manera su disgusto, sin alcanzar mayores proporciones, el mérito del decretero está en saber deleitar al oyente sin herir gravemente la susceptibilidad, empleando un lenguaje claro, sencillo dentro de un estilo humorístico, pero sin caer en el ridículo, esa sutileza del decretero podemos advertirla en la siguiente muestra que se remonta a muchos años atrás.